UN JARDÍN, UN MISTERIO ASOMBROSO DE OTRA
DIMENSION.
En un tiempo atrás, no muy lejano,
hacia el Siglo XX, se encontraba fuera de la ciudad de París, una casa muy
similar a un castillo.
Estaba
rodeada de paredes muy antiguas, se caracterizaba por tener un extenso jardín
que se observada desde la carretera.
Allí vivía
el Sr. Shirtowne. Un hombre de aproximadamente cincuenta y cinco años, viudo e
inmerso en una profunda depresión.
El Sr.
Shirtowne, poseía en su castillo varios sirvientes; la pérdida de su esposa e
hijo, lo mantenían alejado de la vida social.
Su esposa,
era una bella mujer, y antes del accidente en el cual perdió su vida, se
dedicaba a cultivar hermosas plantas en el inmenso jardín del castillo.
Luego del
accidente, el castillo y el jardín, ya no tenían el mismo aspecto, ahora las
paredes lucían desprolijas, y el jardín sumamente abandonado.
Una mañana,
el Sr. Shirtowne, decidió contratar a un jardinero para poner fin a su tristeza
y en honor a su amada esposa, decidió darle vida nuevamente al jardín.
Shirtowne
contrató al mejor jardinero de la zona, pidiéndole que realzara nuevamente la
belleza del jardín.
Los días
pasaban y este jardinero intentaba recuperar la belleza del jardín.
Un día, cayendo
el atardecer, el jardinero, trataba de removerlas, las malezas, cuando de
pronto, su pala chocó con un objeto duro, escarbó y escarbó, hasta encontrar un
antiguo y pequeño cofre, que en la tapa tenía una leyenda.
Trataba de
abrirlo, pero estaba muy sellado, hacia varios intentos hasta que por fin pudo
abrirlo con un afilado pico y un martillo.
Sacó sus
lentes e intento descifrar la leyenda que había en el cofre. Al intentar
leerlo, el cofre se abrió automáticamente y de él salieron unos misteriosos
seres extraños, quienes parecieran ser fantasmas.
El jardinero
estaba asustado y pálido.
Los seres
extraños, giraban alrededor de él, parecían hablar un idioma muy extraño. Estos
seres rápidamente lo ayudaron a embellecer el jardín. El jardinero, no podía
salir de su asombro.
La noche
había llegado, el jardinero, estupefacto, recogió sus herramientas, tomó el
cofre y se fue a su casa.
Al día
siguiente, se encontró con el Sr. Shirtowne, a quien trató de comentarle lo
sucedido; pero el Sr. Shirtowne trató de convencerlo que seguramente todo lo
sucedido fue producto de su imaginación.
Aunque el
jardinero trató imperiosamente que el Sr. Shirtowne creyera en lo que había
sucedido, éste decidió pagarle por el trabajo e invitarlo a que vaya a su casa
y que descanse, ya que tal vez todo lo que le había pasado en el jardín, era
producto del arduo trabajo realizado.
Al poco
tiempo, el jardinero, fue internado en un psiquiátrico, ya que deambulaba por
las calles del pueblo con el cofre, contando lo sucedido.
Fin.